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CANSARSE PARA DESCANSAR

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Mi miedo es rojo

Aún cierro mis ojos y el sol de aquel atardecer se vuelve rojo, rojo sangre. En una tarde cualquiera de esos dos meses que estuve de vacaciones en una playa del suroeste mexicano, una jauría hambrienta, se topó con ella, la rubia estadounidense que corría a modo de ejercicio bordeando la orilla. Esa tarde, le cambió la vida, para siempre. Yo estaba tomando sol, jugando al tetris en el celular, cuando escuché el grito de “Negro”. Automáticamente lo relacioné con esos nombres típicos que se le ponen a los perros y me exalté. He tenido fobia a ellos por muchísimos años. Fobia que pasó a ser miedo, el cual fue cesando mientras viajaba, ya que cualquier calle de cualquier barrio, cualquier casa de algún anfitrión, me ofrecía encuentros amistosos con esos animales. Pero esa tarde, que dejó de ser una tarde cualquiera de esos dos meses que estuve de vacaciones en una playa del suroeste mexicano, esa tarde del 11 de Mayo, la fobia volvió a mí. -Negro!! - se repetía el grito y ya con d

IMPULSIÓN

Recorrió esos lugares que un año atrás, eran de los dos. No sintió angustia, sintió pena y alegría. Pena de haber creído que eso era amor y alegría de saber que no se equivocaría más. Pasó por ese parque y vio cómo, la hamaca que alguna vez colgaron entre esos dos árboles, ahora le atravesaba el pecho como un recuerdo más. Se sintió bien y supo que no iba a llorar, ya no. No lo iba a hacer porque ya no tenía el miedo que vivió ese día, cuando él se enojó por la admiración incansable de ella. La sobrepasaban y la sacaban de sí las ganas de retratarlo en cada rutina, en cada gesto. En cada beso. Por todos esos besos que ya no le iba a dar, es que quería una foto suya. Y él se enojó. Era así de impulsivo siempre. Triste, Ana se acostó en la hamaca como si nada pasara y lloró en silencio. Siempre tardaba en darse cuenta que ella estaba mal. Le dio consuelo y todo siguió igual, como siempre. Excepto que esta vez, para hacerla sentir más (in)feliz, le dejó otro recuerdo. Hicieron el

Las Perlas

Resbala por el tobogán con el pantalón de lienzo que le regaló su abuela. Pantalón que pertenecía a su tía, hermana de madre. Nunca supo ella su proceder, más sí sabía su destino. ¿Tendría manera de cambiarlo? Resbala por el tobogán con el pantalón de lienzo que le regaló su abuela. Pantalón que pertenecía a su tía, hermana de madre. Nunca supo ella su proceder, más sí sabía su destino. La niña fanática de los juegos solitarios de la plaza ahora se hamaca y no espera que la empujen, se hamaca sola con la fuerza de su impulso. De sus piernas que se estiran y retuercen, de su espalda que se inclina hacia adelante y hacia atrás, para poder jugar. Sola, así se veía siempre. Muchos chicos de su misma edad tenían un grupo de amigos, así lo veía al menos en la plaza, en las calles del barrio, en la escuela. Lugar al que iba más a distraerse, que a aprender. La escuela era el recreo de su vida, el recreo era la tortura de sus días. No quería jugar sola, no quería hacer amigos. No podí

El amor en soledad

“ Soledad no es estar sola Es estar conmigo “ Me dije y me repetí tantas veces en el día esa frase. Quizás para que me sirva de consuelo en éste, mi cuarto día en Panamá y en el que no faltaron las mil preguntas sobre mi camino, sobre la ruta que voy haciendo, incluso, sobre mi destino. Cuando llegué al punto de preguntarme si realmente quería estar acá, es que me di cuenta que mi cabeza todavía no se despega de todo lo que mi cuerpo dejó atrás. Porque es así, deseo tanto lo que estoy viviendo, porque estoy disfrutando muchísimo, pero a la vez -los malditos peros- me encuentro cuestionando mi propio deseo, desde el cuestionamiento capitalista, desde el ojo ajeno que me rechaza tajante ante mi presencia con una guitarra en el colectivo. Me siento alejada por el lugareño y corrida por el profesional. Intento caer bien y entablar conversación, busco información, quizás para saber por dónde es mejor encontrar a este enredo, una solución. Me encuentro con la respue

Que naranja sean mis alas

Por esta vista es que lo pienso, por este cielo es que me escapo. Por ese aire puro que se disfraza de hollín es que necesito irme de la ciudad. Por un color naranja, de atardecer tan vivo, que un edificio me tapa parcialmente, es que prefiero irme a donde sea que pueda contemplar la máxima maravilla del mundo, en su completitud más plena. Donde sólo existan nubes o estrellas que se dibujen en el cielo, no recuadros e inventos, que con sus manos el hombre nos regaló. Que manera más extraña de querer vivir los invadió a aquellos que primeramente decidieron edificar, y así destruir la naturaleza entera. A mí no me vengan con civilizaciones avanzadas. De civilización es poder disfrutar, sin arruinar, lo que el mundo nos ofrece; es poder ver sin interrumpir, una estela de colores que marcan que el planeta sigue girando. Un planeta tierra que está devastado. Que no da más y nos lo dice, pero nos cuesta tanto escucharlo. Porque preferimos escuchar los motores rugir